No solo es clave para mejorar las
perspectivas laborales, también tiene grandes beneficios para el cerebro.
En cuanto más nos
convertimos en políglotas, mayores serán los beneficios. Es la conclusión a la
que ha llegado Andrea Mechelli, jefa del equipo de investigación del University
College de Londres, estudiando el cerebro de un centenar de sujetos. Hablar más
de una lengua desarrolla nuestra materia gris, es decir, el área del cerebro
que procesa la información, prácticamente del mismo modo que el ejercicio
físico fortalece los músculos. En concreto, sus experimentos indican que la
densidad de este componente es mayor en la corteza parietal inferior izquierda
en los bilingües, y que el efecto crece bastante cuando se aprende el segundo
idioma durante las primeras etapas de la vida. De acuerdo con Mechelli, sería
aconsejable estudiar idiomas antes de los 10 años de edad, y óptimo antes de
los cinco. Aún más beneficioso es que, siendo bebés, escuchemos a nuestros
padres hablar en diferentes idiomas. Una investigación italiana revelaba que
los niños que han oído más de una lengua mientras crecían tienen el cerebro
entrenado para aprender mucho más rápido (y antes) todo tipo de habilidades y
destrezas que lo monolingües.
A los neurocientíficos
tampoco les cabe la menos duda de que la competencia desarrolla la capacidad
del cerebro para resolver problemas “es como si pudiéramos concentrarnos mejor
conduciendo en la carretera, evitando estar pendientes de otras informaciones
que nos distraen”, afirma la psicóloga canadiense Ellen Bialystok. Sus estudios
indican que los bilingües son capaces de detectar mejor los estímulos confusos
o contradictorios, así como señales engañosas. Y que, incluso en edades
avanzadas, este aprendizaje resulta muy provechoso, ya que retrasa a aparición
del alzheimer al menos durante cuatro años.
Pero la lista de
ventajas no termina aquí. Estudios de la Universidad de Umea (Suecia) han
informado de que cuando aprendemos idiomas nuestro cerebro aumenta de tamaño. Además
el bilingüismo afina el oído y mejora la capacidad de codificar los sonidos y
de mantener conversaciones en entornos ruidosos. A lo que se suma que los
científicos de la Universidad Estatal de Wayne han demostrado que aumenta la
flexibilidad cognitiva, es decir, la capacidad para adaptarnos a circunstancias
desconocidas o inesperadas, una vez que alcanzamos la tercera edad. Y es que la
gimnasia cerebral que supone pasar de un idioma a otro perfecciona la capacidad
de manejar situaciones de multitarea sin perder ni un ápice la concentración.
INMA
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