Hace unos días, una tarde cualquiera iba con mi hijo paseando y me agaché a limpiarle su boquita porque iba manchado de chocolate y sin venir a cuento, me regaló una bonita conversación. Además fue gratuita, como los mejores regalos. Cuando estaba agachada terminando de limpiarle se agarró a mi cuello y me dijo:
- Mamá, ¡que bien hueles!
- ¿Huelo bien? ¡gracias! – le contesté sonriendo.
- Sí, aunque hueles mejor sin colonia ni crema – comentó él.
- Entonces, Beltrán ¿ a qué huelo?
- Hueles a mamá: el mejor olor del mundo.
Y es verdad, el olor de nuestras madres es único. Como también lo es para nosotros el de nuestros hijos, por mucho que crezcan y dejen de ser los cachorros que eran. El olor, mediante el olfato, el sentido más ancestral , nos une a nuestras crías y a ellas las une con nosotros. El olor te conecta de por vida con tu hijo desde el momento en que acabas de parir y te lo ponen sobre el regazo.
Para el bebé, reconocer el olor de su madre es instintivo y útil para la supervivencia. Para la madre, significa un antes y un después. En el instante en que huele por primera vez a su hijo, una madre sabe que dará la vida por él sin dudarlo.
Muchas noches, antes de irme a dormir, paso por su habitación. Lo arropo y lo beso, y me detengo a oler su piel. Si cierro los ojos, me da la sensación de que los años no han pasado. Y esa dulce sensación me da paz. Y me da mucha alegría pensar que mi hijo comparte las mismas sensaciones respecto a su madre y que también me huele cuando me descuido. Y en ese pequeño gesto descubro la esencia del amor.
INMA
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