-¡Te odio!- Y dio un portazo. La niña se encerró en su habitación.
La madre quedó afuera, respirando muy profundamente. Con los ojos cerrados tratando de no decir nada. Los abrió para seguir con sus tareas.
Al rato la hija salió del cuarto y fue a hablarle a la madre, a pedirle algo que necesitaba llevar al colegio al día siguiente. Pero la madre no habló, siguió con lo suyo. Indiferencia....
La hija que rondaba los doce años de edad, insistía, le andaba por detrás, llamando su atención.
La paciente madre se sentó en el sofá con una taza de té- ¿Me estás escuchando?- Oyó la voz de su hija.
-Siempre te escucho, siempre estoy presente, pero a veces tengo que "desaparecer" a mi manera para evitar que nos enfrentemos verbalmente. Lo que te digo, lo que hago, es por tu bien. Lo que ahora te molesta de mi, más adelante, me lo vas a agradecer.-
La hija se sentó a su lado y quedó mirando a su madre- Te quiero- salió de sus jóvenes labios y una lágrima comenzó a rodar en la mejilla de mamá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario