Si
comparamos las conductas de niños y jóvenes nos damos cuenta rápidamente de que
durante un periodo que podemos situar entre los 12 y 20 años
(aunque la OMS considera la adolescencia entre los 10 y 24 años de edad) se
producen cambios profundos en los adolescentes que se manifiestan en todo lo
que hacen. Los niños y niñas dejan de serlo para convertirse en adolescentes.
Esos cambios son tanto físicos como psicológicos y sociales. Por decirlo
brevemente y de una forma muy esquemática, desde el punto de vista físico se
observa una aceleración del crecimiento, pero también cambios en la forma del
cuerpo; desde el punto de vista psicológico, una manera diferente de abordar
los problemas y de entender la realidad y la vida, que va unida a capacidades
intelectuales muy superiores y a un gusto por lo abstracto y por el
pensamiento; y desde le punto de vista social, el establecimiento de unas
relaciones distintas con el grupo de coetáneos y con los adultos, y la búsqueda
de un lugar propio en la sociedad.
Lo
que parece fuera de duda es que la adolescencia es un fenómeno determinado en
buena medida por la sociedad en la que se produce, y que por ello puede adoptar
diferentes formas, según la interacción que se produzca entre los cambios
físicos y psicológicos, por un lado, y las resistencias sociales, por el otro.
Los jóvenes tienen
que hacerse un hueco en la sociedad adulta, para lo que encuentran
resistencias de los adultos, que pueden sentirse amenazados por ellos. En su búsqueda de independencia se
cambian los lazos con la familia y muchas veces se produce un rechazo hacia los
padres, pero lo jóvenes siguen siendo muy dependientes, no solo material, sino
también afectivamente.
Pero esa
modificación en los lazos familiares se ve facilitada por el establecimiento de
nuevas relaciones afectivas con los amigos y la amistad adquiere una
importancia que no tenía antes. También se produce el descubrimiento del amor
y, eventualmente, de las relaciones sexuales. El carácter más determinante de
la adolescencia y al que pueden reducirse todos los demás es la entrada y la
inserción en la mundo de los adultos.
El adolescente
encuentra una oposición de los adultos que le consideran todavía como inmaduro
y falto de experiencia, esta ambivalencia respecto al mundo de los adultos, al
que se quiere pertenecer y que se niega al mismo tiempo, es un rasgo muy
importante y a tener en cuenta por los padres. Un aspecto sobre el que conviene
llamar la atención es la importancia de lo social en la adolescencia. Por eso
es tan importante la comunicación con los padres. A través de la comunicación,
los padres y adolescentes pueden conocerse mejor y ayudar al adolescente en una
correcta integración en un mundo social y adulto nuevo para ellos.
Hay que
acercarse a ellos y acompañarlos; saber qué sienten y cómo están, orientarlos y
continuar con su educación. Qué y cómo hacerlo es una cuestión delicada. Es
preciso tomar distancia, mantener el lugar de adultos. No creerles lo que
aparentan y saber que necesitan pelearse para crecer. Todo esto hay que
permitirlo en un marco de respeto.
Fomentar la comunicación en esta etapa, no es sentarlos a hablar o interrogarlos,
tampoco se trata de revisarles sus pertenencias en un intento desesperado de
saber en qué andan.
Es necesario
generar espacios en común, en donde el diálogo aparezca espontáneamente.
Espacios simples, como "hacer nada
juntos", hasta
actividades más programadas como un viaje un fin de semana. Lo importante es
que la charla surja en un ambiente distendido y aparezcan las ganas de
compartir desde el interés amoroso.
La relación
entre padres e hijos adolescentes es un equilibrio entre límites, contención
y la promoción de un lugar
para el despliegue de la singularidad de cada uno.
Uno de las
tareas más importantes (y complicadas) de los padres de adolescentes es
mantener siempre abiertas las vías de comunicación.
INMA
Adolescencia. Buscar estrategias para llegar mejor a nuestros hijos, recordando que son diferentes entre si. Evitar comparaciones y hablar siempre en positivo.
ResponderEliminarDifícl en la práctica, pero seguir intentando