lunes, 15 de junio de 2015

Cuento

Un duende para Roberto                                  de José Luis Olaizola

Cuando Roberto cumplió cinco años, una niña le preguntó:
-¿Qué te ha regalado el duende?-
-¿Que duende?- se extrañó Roberto.
-El de tu padre- le respondió la niña, que era de la más listas de la clase. Y le explicó que, a ella, el duende de su padre le ponía unos regalos muy bonitos bajo la almohada el día de su cumpleaños.
-¡Qué suerte!-dijo Roberto. Y echó a correr. Corría porque le daba apuro decir que él no tenía padre. Sólo tenía una madre que siempre estaba trabajando.
Aquella noche le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿tú tienes un duende?- Y le contó lo que le había dicho la niña. A la madre se le llenaron los ojos de lágrimas y le dijo:
-Mi duende era tu padre. Él siempre nos hacía regalos....Pero desede que ya no está, se acabaron los duendes en esta casa. Su madre siempre se ponía muy triste al recordar a su padre. Él no, porque nunca llegó a conocerle.
Por la noche, a Roberto se le apareció un duende. -¿Quién eres tú?-le preguntó.
-Soy tu duende-.
-¡Pues ahora me entero que tengo uno!-protestó Roberto- Además...¡Vaya un duende que nunca me trae regalos!
-Es que los duendes de los niños nos dedicamos a ayudaros en todo, pero no podemos haceros regalos.- El hombrecillo añadió, disculpándose:
-Eso es cosa de los duendes de los padres.-
-Y los que no tenemos padre, ¡qué?- se enfadó Roberto.
-Mala suerte...-admitió el duende- Pero...déjame pensar. Conozco a un señor muy bueno que no tiene hijos, y a lo mejor quiere prestarte a su duende, que además es muy amigo mío.-
Al día siguiente que era domingo, el duende llevó a Roberto al parque.
-Ese es el señor del que te he hablado. Acércate a él, a ver si le caes bien y os haceis amigos-.
El señor estaba leyendo el periódico mientras comía palomitas de maíz. A Roberto le pareció una buena señal que a un señor mayor le gustaran las palomitas, y por eso se decidió a hablarle:
-Oye, ¿a tí no te gustaría tener algo así como....un hijo?- le preguntó.
Al principio el señor se quedó asombrado, pero luego le entró un ataque de risa. A Roberto le pareció muy bien que se riera tanto, y por eso le explicó todo el asunto de los duendes.
Al terminar, Roberto le dijo:
-Resulta que tu duende no tienen a nadie para hacerle regalos... y el mío me ayuda en todo, pero de regalos, nada-
Entonces el señor se puso serio y le preguntó:
-Y tú, que le pedirías a mi duende?-
Roberto se imaginó entonces un montón de regalos fantásticos bajo su almohada. Pero después de pensárselo mejor, contestó: 
-Pues...solo le pediría tener un padre al que le gusten las palomitas y se ría tanto....Como tú-.

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